Capitulo 4
Versículo 12
Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece
en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros.
En este versículo Juan nos
sorprende con una afirmación que a simple vista nos puede llegar a parecer
fuera de lugar “Nadie ha visto jamás a Dios” dicha afirmación es una realidad
que vemos desde el antiguo testamento, hasta hoy, vemos a Moisés una de las
personas que tuvo una cercanía muy profunda con el Señor pero solo logra ver las
espaldas de Dios,
tenemos también muchos otros personajes bíblicos que tuvieron encuentros muy significativos con Dios de los cuales no voy a profundizar en ellos, pero ninguno de ellos logro ver al Señor en su plenitud. Ahora ¿Cómo podemos unir esta afirmación con el resto del versículo? Uno de los anhelos más grandes de un cristiano es conocer a Dios y habitar en su presencia, (al menos es mi deseo, no sé si sea el tuyo) sabemos que por más que queramos, en esta carne nunca podremos ver físicamente al Señor, y aguardamos su venida, para que este cuerpo mortal se vista de inmortalidad, y podamos verlo en todo su esplendor y gloria, pero la promesa que la palabra nos da este versículo es que, cuando decidimos amarnos los unos a los otros, la presencia de Dios se comienza a manifestar en nuestras vidas, sabemos que cuando oramos la presencia de Dios se manifiesta en nosotros, cuando cantamos y adoramos a Dios desde nuestro espíritu, su presencia se manifiesta en nosotros, pero es cuando caminamos en amor que la presencia de Dios permanece en nosotros, y esto es algo maravilloso, pues tiene una consecuencia de incremento y crecimiento en nuestras vidas, pues cuando más amamos a nuestros hermanos y a las personas que nos rodean, la presencia de Dios se hace más tangible en nuestras vidas, y esa presencia hace que nuestro amor hacia nuestros hermanos se perfeccione cada vez más, para poder llegar a tener más de Dios en nuestras vidas, tan solo basta con sembrar una semilla de amor en las personas que nos rodean, muchas veces pensamos que debemos de hacer grandes actos de amor para demostrar que Dios está en nosotros, pero cuando comenzamos con cosas simples, como saludar, dar una sonrisa, ceder una silla, hacer una oración por aquel que está en necesidad, esa semilla de amor va ir creciendo hasta que seamos cada día mas como Jesús, es hora de empezar a amar, empecemos por lo pequeño, empecemos por lo práctico.
tenemos también muchos otros personajes bíblicos que tuvieron encuentros muy significativos con Dios de los cuales no voy a profundizar en ellos, pero ninguno de ellos logro ver al Señor en su plenitud. Ahora ¿Cómo podemos unir esta afirmación con el resto del versículo? Uno de los anhelos más grandes de un cristiano es conocer a Dios y habitar en su presencia, (al menos es mi deseo, no sé si sea el tuyo) sabemos que por más que queramos, en esta carne nunca podremos ver físicamente al Señor, y aguardamos su venida, para que este cuerpo mortal se vista de inmortalidad, y podamos verlo en todo su esplendor y gloria, pero la promesa que la palabra nos da este versículo es que, cuando decidimos amarnos los unos a los otros, la presencia de Dios se comienza a manifestar en nuestras vidas, sabemos que cuando oramos la presencia de Dios se manifiesta en nosotros, cuando cantamos y adoramos a Dios desde nuestro espíritu, su presencia se manifiesta en nosotros, pero es cuando caminamos en amor que la presencia de Dios permanece en nosotros, y esto es algo maravilloso, pues tiene una consecuencia de incremento y crecimiento en nuestras vidas, pues cuando más amamos a nuestros hermanos y a las personas que nos rodean, la presencia de Dios se hace más tangible en nuestras vidas, y esa presencia hace que nuestro amor hacia nuestros hermanos se perfeccione cada vez más, para poder llegar a tener más de Dios en nuestras vidas, tan solo basta con sembrar una semilla de amor en las personas que nos rodean, muchas veces pensamos que debemos de hacer grandes actos de amor para demostrar que Dios está en nosotros, pero cuando comenzamos con cosas simples, como saludar, dar una sonrisa, ceder una silla, hacer una oración por aquel que está en necesidad, esa semilla de amor va ir creciendo hasta que seamos cada día mas como Jesús, es hora de empezar a amar, empecemos por lo pequeño, empecemos por lo práctico.
Versículo 13
En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros, en que nos
ha dado de su Espíritu.
Sé que muchos de nosotros por muy
maduros que seamos, en nuestro caminar con Cristo, en algún momento de nuestra
vida cristiana nos hemos preguntado si verdaderamente somos salvos, ya sea
porque hemos caído una y otra vez en el mismo pecado, o en algún momento nos
hemos desanimado por alguna circunstancia que hemos atravesado, todos de una u
otra forma nos hemos hecho esta pregunta. En esta misma carta el apóstol Juan
nos muestra algunas pruebas para lograr saber si verdaderamente hemos nacido de
nuevo o no, una de ellas por ejemplo nos habla acerca del amor hacia los
hermanos, como una manera de saber si
hemos pasado de muerte a vida, “1 Juan 3:14
Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los
hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte.” Esto es algo que
nos debe llevar a examinar profundamente nuestro cristianismo, ahora en este
versículo que estamos estudiando arriba, nos dice algo, que es mucho más
definitivo que las pruebas que mostraba en versículos anteriores, sin
desmeritar ninguno de ellos, este versículo nos dice que la manera en que
personalmente podemos conocer si verdaderamente permanecemos en él y él en
nosotros (es decir somos salvos) es por la presencia del Espíritu Santo en
nuestras vidas, al leer este versículo se me viene a la mente aquel pasaje
donde el apóstol Pablo nos hablaba acerca del mismo tema Romanos 8:16 El Espíritu mismo da testimonio a nuestro
espíritu, de que somos hijos de Dios. Muchas veces como cristianos pecamos
cuando somos débiles y nos dejamos tentar en ciertas áreas, pero a pesar de
esas caídas, el Espíritu Santo está ahí para darnos ese testimonio de que somos
hijos de Dios y por esta razón debemos levantarnos una vez más, nos muestra que
el Padre aun nos ama y nos perdona.
Si en verdad hemos creído de
corazón en Jesús, como nuestro Señor y Salvador y nos hemos arrepentido de
nuestros pecados, el Espíritu Santo entra a morar en nuestros corazones, esa es
una verdad innegable, en Efesios 1:13 dice:
En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio
de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el
Espíritu Santo de la promesa" y como sabemos que esto ha ocurrido en
nuestras vidas... déjame decirte… mmmmm… la verdad es inexplicable con
palabras, solamente tú sabes, porque sabes, hay algo dentro de ti que da un
testimonio más fuerte, que tus pecados y debilidades, el testimonio que dice:
Dios está en mi vida, el Espíritu Santo mora en mi, es esa fuerza sobre natural
que está en tu espíritu que te lleva a acercarte a Dios y querer agradarle y
hacer su voluntad aunque a veces caigas y falles.
Muchas veces nos preguntamos si
tal hermano o tal persona es verdaderamente salva o no, pues lo vemos
cometiendo algún pecado, muchas veces declaramos juicios sobre alguien al
analizar quizás su conducta “pecaminosa” o “santa”, y nos atrevemos a declarar
que tal persona si es verdaderamente salvo y tal otra no lo es, si bien el
mismo Jesús nos dijo que por los frutos conoceríamos a las personas, y también
que en medio del trigo crecería la cizaña, esto no nos da el derecho que tan
solo Dios tiene de declarar si una persona ha sido verdaderamente salva o no,
(bueno, sabemos que según la biblia, un ateo que reniega de Dios y blasfema de
Jesucristo,
obviamente no es una persona
salva, o un budista, o un musulmán que adora a alá o un brujo satanista
tampoco), pero muchas veces nos atrevemos a dictar juicios contra personas que
asisten a la iglesia, como decía antes, sabemos que no todos los que asisten a
una iglesia son verdaderos cristianos, es muy posible es que muchos en la
iglesia no son nacidos de nuevo, al punto al que quiero llegar es que,
solamente el Espíritu Santo es el que puede llegar a dar certeza absoluta si
alguien es hijo de Dios o no, y esa certeza no se la da a terceros se la da a
cada persona en particular.
Hay momentos en que verdaderos
cristianos pueden llegar a vivir en un estado de carnalidad, cuando se dejaron
seducir por el mundo o por algún vicio o están pasando por un momento de
rebeldía, y quizás esto los aparte de la iglesia, ¿qué tan bajo puede llegar a
caer?, pues no lo sé, todos conocemos la historia del hijo prodigo, que se
descarrió siendo hijo, al punto de revolcarse profundamente en el pecado del mundo
y llegar a comer las algarrobas de él (ahora esto no será la constante en la
vida de un cristiano, será un estado temporal) pero también debemos de entender
que según la biblia no hay un límite de tiempo, ¿cuánto durara su descarrío?,
¿un día?, ¿un mes?, ¿un año?, ¿diez años?… la biblia no nos habla de tiempo, no
hay versículo que diga “si después de un año el hermano no se reconcilia con
Dios, es porque nunca nació de nuevo” por eso debemos entender, que no sabemos
cuánto tiempo un verdadero cristiano puede llegar a vivir en un estado de
carnalidad, lo que sí sabemos es que si verdaderamente es un hijo de Dios
volverá a los brazos de su padre, pero mientras llega, ¿cómo poder saber si
algún día llegara?, ¡pues eso no lo sabemos!, solo lo sabe el Espíritu Santo
quien es el que da testimonio de si verdaderamente es un hijo de Dios, también
puede suceder que nunca se reconcilie con Dios, pues posiblemente nunca conoció
verdaderamente a Cristo como su salvador, o en un caso extremo ha renegado de
su fe en la sangre de Cristo, por esta
causa es muy difícil y sumamente equivocado emitir un juicio diciendo que si un
hermano de la iglesia está en pecado no es un verdadero hijo de Dios, que sabes
tú sí está atravesando por un momento de debilidad en su vida cristiana y
pronto se reconciliara con Dios, en estos casos solo podemos limitarnos a orar
y animar a aquellas hermanos que se encuentra en esta condición, en vez de
creernos Dios y emitir juicios de quien es salvo y quien no, quien es de Dios y
quien no, esa tarea le corresponde solamente al Espíritu Santo, no a nosotros.
Es cada persona en particular que debe examinarse ante Dios y solamente ante
él, si verdaderamente el Espíritu Santo mora en su ser y está dando testimonio
de una vida cristiana, pues al final no le rendiremos cuentas a los hombres, le
rendiremos cuentas a Dios.
Versículo 14
Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo,
el Salvador del mundo.
Al escuchar estas palabras del
apóstol Juan, trae esperanza a nuestros corazones el hecho de que lo que él
está hablando no nace simplemente de una historia que le contaron o un mito
popular del cual él se apropió, no solamente tenemos la certeza de que está
hablando inspirado por el Espíritu Santo, sino que las cosas que él relata acerca
de Jesús, son cosas que él mismo experimento, que él mismo palpo con sus manos
y vio con sus ojos, en este versículo nos habla de la experiencia que tuvo personalmente
con Jesús, sabiendo que Cristo no era simplemente un ser humano más, sino que
Jesús era el hijo de Dios enviado por él
para traer salvación al mundo, esta verdad nadie se la conto, el mismo
lo experimento, fue de sus propios oídos que escucho acerca de la salvación que
traería Jesucristo al morir en la cruz, esto me lleva a reflexionar y pensar,
cuanto de nuestra vida ha sido una experiencia genuina con Cristo, si bien
nosotros no tuvimos el privilegio que tuvo el apóstol Juan al caminar con Jesús
y conocerlo personalmente, ciertamente nosotros en nuestro espíritu tenemos
acceso libre y con confianza al trono de la gracia, para poder conocer de una
manera personal a nuestro Señor, en el momento de compartir el evangelio
debemos ser capaces de declarar con toda la sinceridad de nuestro corazón que
ciertamente sabemos que el Jesús es el salvador del mundo, pues lo hemos
experimentado de una manera profunda y personal.
Versículo 15
Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en
él, y él en Dios.
Este versículo nos muestra la
importancia de las palabras en nuestra vida, si bien en algún circulo de la
iglesia se ha hecho un énfasis desmesurado en cuanto a este tema, no quiere
decir que no sea algo de los cual los creyentes debemos estar apercibidos, la
manera en la que hablamos y las palabras que confesamos de una manera u otra
repercutirán en nuestra vida tarde o temprano, aquí el apóstol Juan nos habla
la importancia que tiene confesar a Jesús como hijo de Dios, el hecho de
declarar con nuestra boca esta verdad tan importante del evangelio implica
muchas cosas, en aquella época para un judío declarar que Jesús era el hijo de
Dios era prácticamente hacerse enemigo de su propio pueblo ya que para los
judíos tal afirmación era una blasfemia y esto significaría que sería
perseguido, encarcelado y aun hasta asesinado por proclamar tal afirmación,
para nosotros hoy en día en nuestra cultura occidental no tiene esa misma
repercusión en ese sentido, pero en el sentido espiritual de ella, tiene un
significado muy grande, cuando declaráramos que Jesucristo es el hijo de Dios,
estamos diciendo que Jesús también es Dios, pues para los mismos judíos el
hecho de que alguien hiciera tal declaración, se estaría haciendo semejante a
Dios como nos muestra Juan 5:18 Por esto los judíos aún más procuraban
matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía
que Dios era su propio Padre, haciéndose igual
a Dios. Dicha afirmación también habla acerca del gran amor del padre
al enviar a su propio hijo para ser sacrificado por nosotros los pecadores,
también nos habla acerca de que la procedencia de Jesucristo no es solamente
humana sino divina, ahora esto es algo sumamente maravilloso, pues la promesa
que nos trae el confesar que Jesús es el hijo de Dios, (cabe anotar que es una
confesión acompañada del pleno entendimiento de esta y la fe inquebrantable en
este maravilloso hecho, no simplemente repetirlo como un rezo o una frase de
cajon) es que Dios va a permanecer en nosotros y nosotros permaneceremos en
Dios, cuando confesamos continuamente esta verdad con nuestra boca lo que
hacemos es afirmar nuestra fe en quien es Cristo, en el amor del Padre, en la
seguridad de nuestra salvación, y esta fe es la que nos hace estar firmes en
Dios y Dios en nosotros.
Versículo 16
Nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con
nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios
en él.
En este punto nos encontramos con
uno de mis versículos favoritos de la biblia o al menos uno de los cuales Dios
me ha ministrado de una manera bien especial. Durante mi vida cristiana y aun
antes de llegar a los caminos de Dios, siempre escuche la frase “Cristo te ama”,
y en verdad pude conocer ese amor cuando le entregue mi vida a Cristo, hace
algún tiempo atrás llego a mis manos un CD de un cantante cristiano al cual
admiro mucho y su música ha sido de gran bendición a mi vida, pero este Álbum
en especial traía un mensaje que llego a ser muy profundo para mi corazón, todo
el disco hablaba acerca del amor de Dios hacia sus hijos, y me llenaba el
corazón al escuchar cada canción, pues tomaba versos bíblicos que explicaba el
amor que Dios tiene para con nosotros, y de una manera u otra, pude conocer de
una manera muy especial el amor de Dios hacia mí, conocía que Dios me amaba,
pues me lo demostró enviando a su hijo a morir por nosotros, pero sabía que aún
faltaba más, cuando un día en una sala de espera en un centro médico, me puse a
leer 1 de Juan y cuando llegue a este versículo que hoy estamos analizando,
salto de una manera muy impresionante a mi vida, durante mucho tiempo me había
concentrado en conocer el amor de Dios para con migo, pero al encontrarme con
este versículo entendí que no era suficiente el conocimiento del amor de Dios,
sino que también era muy importante creer en ese amor, una cosa es conocer que
Dios te ama, pero otra cosa muy distinta es creer que Dios te ama, el conocer que Dios te ama, puede cambiar tu
mente y pensamientos, pero cuando tú crees en ese amor, transforma todo tu
corazón, es como el evangelio, tu puedes conocer toda la doctrina
correspondiente a la salvación, pero hasta que no lo creas de corazón no te va
a salvar, el apóstol Juan nos dice que él no solamente había conocido el amor
de Dios hacia él, sino que también lo había creído, de ahí que este hombre es
uno de los que habla de una manera tan profunda con respecto al amor de Dios y
el único que en la biblia nos muestra que Dios es amor, el no solo conocía ese
amor sino que lo experimento en el momento cuando creyó, por eso cuando de
corazón creemos que Dios nos ama, tendremos esa certeza firme y profunda que
nunca nos abandonara, y que Dios siempre procurara nuestro bien (aunque no lo
entendamos). Cuando estoy pasando por alguna prueba o necesidad y aun
tentación, traigo a mi mente el hecho de que Dios me ama y porque creo de
corazón que Dios me ama, él no me desamparara ni me dejara, en la tentación me
socorrerá, pues su amor estará ahí para fortalecerme, cuando creo que Dios me
ama sé que por ese amor tan grande, él suplirá todas mis necesidades conforme a
sus riquezas en gloria, en el momento de la angustia y de la prueba solamente
basta con mirar a la cruz y entender que esa fue la máxima prueba del amor de
Dios por una humanidad caída y perdida.
Por eso el apóstol Juan nos
recuerda que Dios es Amor, la esencia más pura de su ser es amar, y cuando
nosotros permanecemos en ese amor creyendo en él, estamos permaneciendo en Dios
mismo y por ende Dios en nosotros, si queremos llegar a amar tenemos que
aprender de Dios, y para poder aprender como Dios ama debemos de creer que verdaderamente
él nos ama, recuerda que el amor que le debemos a los demás y que Dios demanda
de nosotros no es un amor humano, nacido bajo emociones humanas, sino es el
amor que procede de Dios que está en nuestros corazones y es real.
Versículo 17
En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos
confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este
mundo.
Para entender este versículo
debemos ligarlo con el anterior, ¿En que es que se ha perfeccionado el amor de
Dios para con nosotros? Cuando como hijos de Dios nos interesamos en conocer a
Dios y conocer su amor hacia nosotros, pero no solamente eso, sino que creemos
en ese amor que Dios nos ha dado, es cuando su amor se perfecciona en nosotros,
a través de la fe en ese amor tan grande es que tendremos la confianza que en
el día del juicio no seremos condenados, pues hemos sido hechos participes de
ese amor tan grande, Dios quiere darnos certeza y seguridad que si nos hemos
arrepentido de corazón y hemos creído en su hijo como Señor y Salvador, como
una gran muestra de amor por nosotros, estemos seguros que por esa muestra de
amor estaremos confiados en el día del juicio, pues ese amor derramado en la
cruz es el que nos ha transformado y nos ha cambiado y de hecho nos sigue
cambiando para llegar a ser cada día más como Jesús.
Versículo 18
En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor;
porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido
perfeccionado en el amor.
Hay varias enseñanzas que nos
puede dejar este versículo, la primera la más contextual es que
definitivamente, cuando conocemos y creemos en el amor de Dios, ese amor sacara
de nosotros todo temor y toda desconfianza, pues sabemos que nuestros Dios es
bueno y amoroso y siempre estará ahí para cuidarnos en todo momento, el único
amor perfecto es el de Dios y el que viene de Dios en nosotros, el temor por el
contrario es una muestra de duda e incredulidad, por eso el apóstol Juan nos
dice que el temor lleva en si castigo pues el temor es desconfianza en el poder
de Dios obrando en nuestras vidas, por esta causa debemos examinar muy
profundamente nuestra vidas si hay algún tipo de temor no sano, y digo no sano
porque hay temores que son buenos, si yo le tengo miedo a las serpientes
venenosas este temor me llevara a alejarme de ellas y eso evitara que me
muerdan, pero no me refiero a esa clase de temor, sino el temor a las
circunstancias que muchas veces nos llenan de ansiedad y preocupación, si
estamos permitiendo este tipo de temor en nuestras vidas, es necesario que
miremos profundamente que tan fuerte esta la conciencia del amor de Dios en
nuestros corazones, si en verdad conocemos ese amor, y más aún si en verdad lo
creemos, pues así se perfecciona el amor de Dios en nuestros corazones, otra de
las enseñanzas que deja en mi corazón este versículo es el hecho de que muchas
veces por temor a diferentes cosas, no manifestamos el amor de Dios a aquellos
que lo necesitan, un ejemplo claro es cuando evangelizamos, muchas veces tenemos
temor de hablarle el evangelio a nuestros amigos y aun a nuestros familiares,
porque pensamos que nos criticaran o se reirán de nosotros, o quizá nos
llamaran fanáticos o tantas cosas que pueden suceder, cuando estas cosas pasan,
está demostrando que el amor de Dios aún no se ha perfeccionado en nuestros
corazones, pues tenemos temor, debemos colocar el amor hacia aquellas personas
que tienen una gran necesitad por encima de todo temor, pues sabemos que la
muestra más grande de amor que uno le puede manifestar a una persona es
compartirle el evangelio, mucho más que darle alimento o vestido, aquellas
cosas son importantes, pero lo que tiene más valor es mostrarles la gracia de
Cristo, debemos sacar fuera ese temor, amando de corazón a la personas que necesitan
esa ayuda, que el amor venza a el temor, no permitas que el temor te frene…
ama.
Versículo 19
Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero.
En este momento pienso, que
podemos hacer nosotros para que Dios nos ame más, más aun que hicimos para que
Dios nos empezara a amar, yo creo que absolutamente nada, el amor de Dios es
incondicional bajo cualquier circunstancia, no depende de nuestros hechos ni de
nuestras acciones, no depende de los pecados que hayamos cometido, o las buenas
cosas que dejamos de hacer o hemos hecho, él nos ama de su propia voluntad,
porque él así lo quiere, y punto, que más hay que decir, al ver ese amor tan
grande y terriblemente inmerecido hacia nosotros unos pecadores que no valíamos
nada, no nos queda más sino rendirnos ante ese inconmensurable amor, y
solamente poderle retribuir en una mínima manera, amándolo con todo nuestro
corazón, y un amor bíblico guardando sus mandamientos, y aunque a veces
pequemos cumplimos con el mandamiento de confesar nuestro pecado ante él,
alguien que no ame a Dios, es porque jamás ha abierto su corazón a el
maravilloso y tierno amor de Él, pues como en este versículo dice el apóstol
Juan “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero.”
Versículo 21
Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso.
Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a
quien no ha visto?
Continuando con la misma idea que
hemos venido hablando, el amor tiene una relación muy estrecha en relación el amor de Dios por nosotros y el amor de
nosotros por Dios, con el amor de nosotros por nuestros hermanos, una siempre dependerá
de la otra, este versículo uniéndolo con los anteriores nos da la explicación del mismo, en el versículo anterior veíamos que
la razón que nos mueve amar a Dios es el conocer y creer que él nos amó primero
a nosotros, ahora la prueba de que nuestro amor por Dios es real, se basa en el
amor a nuestros hermanos, algo que puedo entender con este versículo es que
definitivamente es más fácil amar a nuestros hermanos que a Dios, pues si
nuestros hermanos que vemos todos los días que tenemos comunión con ellos, no
los podemos llegar a amar genuinamente, será imposible amar genuinamente a
Dios, lo podremos amar de palabras pero ya sabemos que eso para él no funciona,
es imposible separar estos dos hechos, el amar a Dios, con el amar a nuestros
hermanos, juntos van de la mano, sé que entre más ame a Dios, amare más a mis
hermanos, pero también, entre más ame a mis hermanos, mi amor por Dios será mucho
más genuino y verdadero.
Versículo 22
Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame
también a su hermano.
Imposible separar este versículo del
anterior, pues es la prueba que no podemos separar el amor de Dios con el amor
hacia nuestros hermanos, ahora recuerdo el momento de la conversión del apóstol
Pablo, dice que él iba camino a damasco respirando amenazas contra la iglesia
del Señor, quería perseguir, encarcelar y matar a cristianos, por Jesús se le
presenta en el camino y es sorprendente las palabras que el Señor le dice: “Saulo
porque me persigues” todos sabemos que a quien Saulo estaba persiguiendo era a
los cristianos, y no a Jesús, esto me da a entender que cuando nosotros odiamos
y maltratamos al cuerpo de Cristo estamos ofendiendo al mismo Cristo, por eso
no podemos decir que amamos a Dios mientras estamos juzgando criticando, y
ofendiendo a nuestros propios hermanos, tal cosa seria una mentira pues estamos
odiando al mismo Señor que nos rescató, o al menos eso es lo que nos da a
entender estos versículos.
Por Jhon V
Comentarios